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Los ojos necesitan los mismos cuidados que el cuerpo frente al sol

Con la llegada del verano y el aumento de horas de sol se incrementan las actividades al aire libre. En cuestiones de dermatología, la sociedad está cada vez más concienciada de lo importante que es proteger la piel de los niños con fotoprotectores adecuados y gorras para la cabeza, pero tiene que asimilar que la protección de los ojos es igualmente imprescindible.

Según el Colegio de Ópticos-Optometristas de Galicia casi el 25% de los padres no toma las precauciones necesarias para proteger los ojos de sus hijos. Esto se debe, en gran medida, al desconocimiento que los progenitores tienen sobre las graves consecuencias que tiene la exposición solar en los ojos durante los primeros años de vida.
El ojo del niño es más sensible que el del adulto. Su cristalino, que ejerce de filtro, aún no está funcionando a la perfección. Antes del primer año de vida, el cristalino deja pasar el 90% de la radiación UV y el 50% de la UVB, llegando directamente a la retina, lo cual puede provocar daños a corto y largo plazo. “Hay que prestar especial atención a los niños, que tienen un cristalino más delicado y sus ojos absorben toda la radiación. No hay que comprar gafas de juguete para los niños” –advierte el presidente del Colegio gallego, Eduardo Eiroa.
Los expertos señalan que los daños que surgen a corto plazo pueden ser la queratitis (inflamación de la córnea producida por la radiación solar), que en los más pequeños se manifiesta con síntomas de dolor, fotofobia y enrojecimiento de los ojos. A largo plazo, el daño puede ser más severo y se pueden producir alteraciones agudas de la córnea, lesiones degenerativas y quemaduras agudas en la retina, que dañan la visión de forma severa y permanente.
También se ha relacionado la radiación solar durante los primeros años de vida con la aparición en la edad adulta de patologías como las cataratas, primera causa de ceguera reversible en el mundo; la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), primera causa de ceguera irreversible en mayores de 65 años; o el Pterigion, que consiste en un crecimiento anormal de tejido que puede llegar a afectar a la córnea, y que produce irritación ocular y sensación de cuerpo extraño. Existe una relación directa entre la aparición de esta patología y la exposición solar recibida, sobre todo en los primeros cinco años de vida.

Gafas de sol, la mejor protección

Los adultos deben tener en cuenta que las gafas de sol no son un juguete, de ahí que, a la hora de incorporarlas a la actividad diaria del niño, el pequeño deba asumir que tiene que tratarlas como un objeto que redunda en su beneficio, explicándole que cuando las lleve puestas nunca debe dirigir su mirada directamente al sol.
Según los ópticos-optometristas gallegos, las gafas de sol infantiles, al igual que las de los adultos, deben estar homologadas y llevar la marca CE (Conformidad Europea) como estándar mínimo de calidad. “Es preferible no ponerse gafas a arriesgarse con gafas no homologadas, ya que suponen un serio peligro para la salud visual” –destaca Eiroa–.
La adquisición de las gafas de sol en un establecimiento sanitario de óptica es una garantía de que las lentes cumplen todos los parámetros de seguridad y calidad. Además, el asesoramiento de un profesional de la visión óptico-optometrista también garantiza que las gafas de sol proporcionen una protección personalizada en función de las necesidades, actividades cotidianas y de ocio o estilo de vida del niño.
Los optometristas gallegos recomiendan gafas de sol que cubran todo el frente de los ojos para que la luz solar no se filtre por la parte superior. Y al ser para niños, los expertos apuestan por el uso de gafas de sol fabricadas con material hipoalergénico y flexible para ofrecer mayor comodidad y resistencia en caso de impacto.

 

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