Vocalía de Historia y Humanidades

Cambios sociales que justifican el desarrollo de la optometría

En estos últimos cien años se ha producido una transición en la optometría y en la óptica evolucionando del trabajo artesanal, que trataba los problemas de la vista, a la profesión científica al servicio de la salud visual y optimización de la visión que se conoce hoy en día, con un avance de la optometría hasta alcanzar los más altos niveles de formación universitaria con el grado, máster y doctorado.

En
este desarrollo es fundamental la legislación y el reconocimiento
de la profesión, el lugar de trabajo, los estudios y los profesionales que la practican. Siendo el cuidado y la
prevención de la salud visual fundamental a nivel social,
sobre todo en la atención primaria visual.

Desde que surgen las primeras gafas, esta claro y contrastado
quien y como se realizaba la graduación de la vista. En España, ya aparecen referencias escritas a un primitivo examen de la vista en el siglo XVI en un establecimiento en Cuenca. Tres siglos después, en una
variedad/chiste aparecido en el “Genio de la libertad” (15/10/1851), nos permite hacernos una idea de la técnica vigente de cómo se procedía por el personal
de la óptica a la dispensación
de las gafas y a valorar la potencia
refractiva requerida:

“Parece mentira anteayer entró un carbonero
asturiano en una tienda de óptica de
la callé del Príncipe, y pidió unos anteojos
para leer. Preguntáronle que grados
de vista tenia y no supo contestar. En tal
situación, el dueño de la tienda le dijo que
necesitaba saber si era preésvite ó miope, a lo que respondió muy formal que no sabía francés. Después de estos preliminares
se entabló el siguiente dialogo:

– ¿Lee V. con vista natural?

– ¡Cá! no señor, repuso el asturiano.

– Pues entonces, vaya V. probando, le dijo
el óptico.

Y acto continuo fue poniendo en sus manos
todas las gafas y lentes que había en
el establecimiento. El noble hijo del Pelayo
con un periódico en la mano, fue poniendo
ante sus ojos saltones toda clase de
cristales, desde el mas fuerte de vista causada
hasta el mas débil que usan los que
tienen la órbita un poco saliente. Pero
ni por esas. Por último, después de haber mirado y remirado las letras hasta con gemelos y telescopio y después de probar todos los instrumentos de la casa y también la paciencia del óptico, le preguntó éste un poco amostazado: 

– Pero hombre, sabe V. leer?
– ¡Bah!… pues si yo supiera leer, no vendría por anteojos, contesto´ el carbonero. 

El dueño de la tienda, conociendo el pie de que cojeaba su
interlocutor, se contentó con decirle, para abreviar, que no
vendía gafas que leyesen solas”.

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