Las gafas hasta el siglo XIX se pueden considerar un producto con un uso minoritario asociado a tener, o para simular tener, un nivel cultural. A partir de entonces es cuando se produce el cambio pasando de estar asociado el uso de los anteojos a una demanda de un determinado nivel de instrucción.
Se produce una “democratización” masiva y universal en el uso de anteojos y relojes, adminículos habituales en la faz y la muñeca de gran parte de la población.
Esta difusión, y el incremento de la necesidad del uso de las gafas, hace que se produzca una evolución en el sector, debiendo tener más gente preparada en el quehacer.
Previo al siglo XIX, y durante gran tiempo, el aprendizaje del oficio de óptico era artesanal partiendo de los gremios, y enseñándose del maestro individualmente al aprendiz. Posteriormente, con el establecimiento casi en exclusividad de la Real Fábrica, se instituye una enseñanza más reglada, siendo varios los maestros los que van ensenando a los aprendices que entran en la Real Fábrica, las distintas peculiaridades, especialidades y características del oficio.
Unos años después, tras liberalizarse el mercado, vuelven a surgir maestros en distintos lugares que se ofrecen a ensenar, “mediante los tratos justos”, a quien lo desee. Una muestra de esto se ve en el Diario de Barcelona (4/2/1820, pág. 285) donde se publicita la siguiente noticia: “Felipe Maglia, maestro de Óptica, (sobrino de Josep Maglia), ha descubierto un nuevo método de trabajar los vidrios de Óptica a toda perfección, tanto al optante como el de metal o sea espejo de telescopio. A este efecto ofrece la enseñanza del expresado arte a toda perfección, ya sea en su casa, ya en la de los particulares, mediante los tratos justos a que se convengan. Los sujetos que tengan el gusto de practicarse en este arte se avistaran con el expresado que vive en la Rambla, frente a Santa Mónica, nº 24”.
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Transición en la fabricación, venta y adaptación de gafas en España a partir del siglo XVIII