A partir de los sesenta años, nuestro sistema visual experimenta una serie de cambios, por lo que debemos prestar atención a los que puedan encontrarse detrás de algún problema ocular.
- Degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Esta alteración afecta a la mácula y origina pérdida de la visión central, imprescindible para actividades como leer, conducir, ver la televisión o reconocer caras. Aunque pequeña, la mácula es la parte de la retina que nos permite distinguir los detalles y percibir los colores.
- Retinopatía diabética. La diabetes puede causar un daño progresivo a los diminutos capilares sanguíneos que irrigan la retina, que acaban dejando escapar sangre y otros fluidos, lo que provoca inflamación del tejido retiniano y visión borrosa. Cuanto más tiempo lleve una persona padeciendo diabetes, más probabilidades tiene de desarrollar retinopatía diabética, lo que incrementa el riesgo de ceguera.
- Desprendimiento de retina. Es un desgarro o separación de la retina del tejido subyacente. Puede estar causado por un traumatismo en el ojo o la cabeza, problemas de salud como la diabetes o desórdenes inflamatorios del ojo. Pero la mayoría de las veces ocurre de manera espontánea como resultado de los cambios del fluido vítreo que se encuentra en la parte posterior del ojo. Si no se trata a tiempo, puede provocar una pérdida permanente de visión, por lo que, si se observan cambios en las manchas o destellos de luz, conviene acudir cuanto antes al especialista.
- Cataratas. Son áreas borrosas u opacas en el cristalino del ojo. Dependiendo de su tamaño y localización, pueden interferir con la visión, ya que impiden que la luz pase fácilmente a través del cristalino. Las cataratas a menudo se forman lentamente, sin ningún síntoma. Aunque algunas permanecen reducidas, otras se agrandan y afectan a la visión, provocando un descenso de la sensibilidad al contraste y una percepción más opaca de los colores.
- Glaucoma. Es una enfermedad degenerativa causada por un aumento de la presión dentro del ojo que acaba dañando el nervio óptico, provocando una pérdida de visión. Esta pérdida de la visión no se manifiesta hasta que el daño en el nervio óptico está muy avanzado, a lo que hay que sumarle que la mayoría de la gente que sufre glaucoma no presenta síntomas ni dolor en una etapa temprana. De ahí la importancia de que las personas maduras y las que cuentan con antecedentes familiares de glaucoma acuden a revisiones visuales periódicas.
- Ojo seco. El ojo seco es un problema común y, a menudo, crónico, caracterizado por una cantidad insuficiente o una mala calidad de las lágrimas que lubrican el ojo. Las lágrimas son necesarias para mantener la salud de la superficie ocular y conseguir una visión clara.
- Baja visión. La baja visión, que suele manifestarse a edades avanzadas como consecuencia de muchas de las enfermedades anteriormente descritas, implica que la visión no puede mejorarse con gafas, lentes de contacto, medicinas o cirugía, lo que dificulta la rutina diaria de las personas que la padecen.